Un hombre corriente · Memorias NILSA

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Andrés Sola en el tanque de tormentas de Tudela

Un hombre corriente

Andrés Sola, segundo y actual gerente de NILSA

Es un hombre corriente, un ciudadano producto de sus circunstancias, igual que la señora Bovary de Flaubert lo era de las suyas. Han configurado su forma de ser el lugar de nacimiento, el caldo del cultivo de la década que lo vio nacer –los 60–, las creencias religiosas, el estatus económico, la aceptación casi innata del pensamiento patriarcal, cierta afición por disfrazarse para complacer al auditorio y un toque de travestismo que lo ha hecho converso lector de El País tras ser durante años empático seguidor de El Mundo.

Posee un agudísimo sentido del bien y del mal –que a él suele dejarle casi siempre en buen lugar–, una conciencia implacable con los demás y un tanto benevolente consigo mismo, y la voracidad inequívoca de la ambición, si bien la viste impecablemente con buenas maneras de regusto un poco añejo y otro poco ceremonioso. Para hacerse querer entre las tribus frecuenta, algunas de las cuales son casi tribales. Nada nuevo bajo el sol. Lo que sí es nuevo, o muy poco frecuente, es que ninguno de los 35 que trabajamos a sus órdenes cambiaría de jefe. Todos lo hemos criticado una y varias veces, como se critica siempre al jefe, al gerente, al compañero, al vecino y a todo el que se pone a tiro en una conversación que dure más allá de veinte minutos. Pero ninguno quisiéramos cambiarlo, tener otro mando. Lo demuestra la rotación prácticamente nula que existe en la empresa. Ha conseguido que trabajemos lo suficientemente cómodos como para urdir cada uno de nosotros un proyecto de vida en el que el trabajo es una red de seguridad y no un mal inevitable. El mérito no es sólo suyo: el carácter público de la empresa hace que sea un lugar sin precariedad, con poco margen para la desigualdad y la injusticia, y con los logros laborales de las últimas décadas consolidados, como la flexibilidad horaria, la semana de 35 horas, la paridad o las retribuciones independientes del género.

Nos achaca como colaboradores que, en ocasiones, somos unos "chupópteros". Pero es una cuestión que también podría aplicarse a él mismo, así que la combinación resulta simbiótica, con las ventajas que esto conlleva: los mundos ideales son bellísimos, pero inalcanzables. Por lo demás, a él le reprocharían algunos, si se atrevieran, que es un gerente interesado: se preocupa mucho por quien le pueda ser útil y, aunque su trato es exquisitamente cordial con todos, tiene tendencia a amigarse con quien más le beneficia profesionalmente. En resumen: no da nada sin nada, aunque a veces desee vestir de gratuidad y abnegación sus gestos. Pero el hecho de que la realidad diaria sea razonable es más que suficiente para que los que trabajamos en NILSA estemos satisfechos.

Sola Ollo recibió el testigo de NILSA de Sanz Arbizu, que lo propuso como sucesor. Lleva 15 años ejerciendo de gerente amable, conciliador, moderado, dialogante, flexible, emprendedor, organizado, contenido, metódico, empático y afectuoso. Y todos estos calificativos están escogidos y comprobados, sin vacuidad y sin coba. Si preguntáramos por él, la mayoría de los que le conocen dirían, como resumen, que es “buena persona”. Un donante de sangre habitual que sabe muy bien qué es la conciliación familiar con dos hijas en edad escolar. Si bien es cierto que tras lo mejor de su calidad humana palpitan las cualidades de su mujer, enfermera de profesión y persona honrada hasta el extremo en sus planteamientos vitales. Él sería distinto sin la línea de nobleza que ella convierte en eje para cualquier gesto diario.

“Madame Bovary soy yo”, se dice que afirmó Flaubert. No vemos a Sola Ollo diciendo eso, para empezar porque él nunca se compararía con una mujer. Él, exquisito en su trato con el sexo opuesto -al que respeta con una educación y unas maneras impecables-, sí que cree en el fondo hondísimo de su ser que es imposible que una de nosotras se equipare intelectual y profesionalmente a un hombre. Lucha contra eso con la fuerza de la razón y la deducción lógica, pero en su herencia cultural y visceral no puede evitar considerarnos antes como mujeres que como energías productivas. Lo que sí posee es la inquebrantable lucidez para enfrentar el planteamiento descarnado. Y eso es algo que realmente se puede decir de pocos profesionales, de ambos sexos.

Así que, un año más, aquí está Andrés Sola Ollo, en la gerencia de NILSA, curtido y curtiéndonos a los 35 profesionales que somos su equipo. Con un punto valiente y otro innovador, en su planificación estratégica; de lo contrario, estas líneas jamás hubieran sido publicadas. Dispuesto a seguir aprendiendo y a seguir haciéndonos aprender... durante, al menos, otros 20 años.

Fotografía: Luis Azanza