78.522.998 metros cúbicos. Es el dato: el volumen de agua depurada en Navarra en 2015. Supone casi un millón y medio menos respecto al ejercicio anterior, en el que depuramos 79,9 millones de metros cúbicos. A su vez, este número suponía cinco millones menos de metros cúbicos depurados respecto a 2013, por lo que confirmamos la tendencia a la baja y el progreso: cada vez depuramos menos caudal porque resultamos más eficientes.
Depurar menos es, paradójicamente, un éxito porque significa que el agua de lluvia ya no va a parar a las instalaciones gracias al aumento de las redes separativas en las localidades (fecales por un lado y pluviales por otro). Esto implica consumir menos energía eléctrica (el grueso del gasto en la operación de las depuradoras) y reducir costes. Es decir, mejoramos.
Cabe recordar que la incidencia de las precipitaciones en las depuradoras es muy alta si las redes municipales son unitarias (aguas residuales procedentes de viviendas y aguas limpias de lluvia van a parar a los mismos colectores). Esto supone que el volumen conjunto se contamina y, por tanto, ha de ser depurado. Si todas las redes municipales fueran separativas únicamente habría que tratar las primeras. En los últimos años, cada vez son más las localidades que han acometido una renovación de sus redes, por lo que hemos iniciado el buen camino, pero queda por recorrer todavía.
No obstante, las instalaciones de depuración en Navarra serían capaces de tratar 215 millones de metros cúbicos al año en su conjunto, por lo que están preparadas para desarrollos urbanísticos, industriales, y puntas de consumo, si se diera el caso, sin necesidad de acometer inversiones en ampliación de capacidad. Si bien también existen casos en que se produce una necesidad de renovación, se debe a la obsolescencia de las plantas (algunas son de la década de los 80 del siglo XX), y no a un dimensionamiento deficitario o a una falta de planificación.
Sin embargo, no todo está logrado. Hay todavía unos 20.000 habitantes cuyas aguas residuales no son tratadas: se trata de poblaciones de menos de 250 habitantes, cuya carga contaminante es casi nula. Sin embargo, constituye un reto para los próximos años. Si bien, el avance es lento porque son proyectos que requieren grandes inversiones, cuya planificación se hace a varios ejercicios, y que a veces también conllevan especificidades complejas (orográficas, la mayoría).
Por esto hemos titulado el apartado con la palabra "continuidad". Porque, por suerte, no tenemos grandes sorpresas que dar y seguimos, más o menos, como siempre: avanzando en lo que nos queda, manteniendo lo que ya funciona y no perdiendo de vista la estrategia de reducción de costes, en la que abundamos desde que la crisis arreciara hace seis años.